EL MONITOR DE LA EDUCACION COMÚN

Argentina. Consejo Nacional de Educación. El Monitor de la Educación Común. Buenos Aires, (1881-1949); (1959-1961);(1965-1976);(2000-2001); 2004 .

Su origen

El primer número de El Monitor de la Educación Común, fundado por Domingo Faustino Sarmiento en su cargo de Superintendente General de escuelas, apareció en 1881 y el último en 1976. Es una de las revistas argentinas de más larga vida. Su perdurabilidad estuvo unida a su carácter de publicación oficial, que el Consejo Nacional de Educación estaba obligado a editar por la ley 1420. A su vez, seguramente influyó el haber sido una revista dedicada a la educación, un área central de las políticas estatales y, también, un tema de importancia para distintos actores sociales y políticos y organizaciones de la sociedad civil.

Las autoridades educativas le otorgaron a la revista un papel importante en la organización del Sistema Educativo Nacional. Esta importancia es visible en la estrecha relación que existió entre las autoridades del Consejo y el director de El Monitor. Hasta 1920, por largos períodos, ésta estuvo en manos del secretario del Consejo. Sin duda se trataba de un espacio estratégico en la organización del sistema educativo y un puesto preciado en el ámbito cultural y político.

Desde el primer ejemplar, El Monitor de la Educación Común tuvo dos objetivos fundamentales: difundir las resoluciones de las autoridades nacionales destinadas a la organización del sistema educativo y contribuir a la formación del personal docente. Estos dos objetivos se plasmaron en la estructura de la publicación. Una sección estuvo destinada a la trascripción de las actas del Consejo Nacional de Educación (que cuando el organismo creció se redujeron a las resoluciones), estadísticas, informes de autoridades y funcionarios (como los escritos por los inspectores nacionales en las provincias y Territorios Nacionales) y discursos de directores y maestros, entre otros documentos.

El resto de la revista se dedicó a la temática cultural y educativa mediante la publicación de noticias, notas de opinión, reseñas bibliográficas, traducciones de libros y artículos de revistas extranjeras, notas literarias e históricas, panoramas de lo que acontecía en la educación en otros países y reflexiones sobre la educación en la Argentina. Esta sección contó con la colaboración de relevantes figuras argentinas y extranjeras, con especial énfasis en cuestiones didácticas y pedagógicas. Entre los pedagogos argentinos se contaron Francisco Berra, Carlos Vergara, Pablo Pizzurno, Víctor Mercante, Ernesto Nelson, Rodolfo Senet y Rosario Vera Peñaloza, por sólo nombrar algunos. En cuanto a los extranjeros, cabe mencionar las traducciones y fragmentos de John Dewey y María Montessori. Pero además de educadores, la revista concitó artículos de quiénes, provenientes de otras disciplinas, actuaban en el ámbito educativo y del Estado, como fueron Joaquín V. González, José Ingenieros, Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones. A ellos se sumaron figuras argentinas y latinoamericanas del mundo de las letras como Gabriela Mistral, Juan Zorrilla de San Martín, José Vasconcelos.

A fines del siglo XIX, las publicaciones periódicas tenían un gravitante en la vida pública en la Argentina. En el área educativa, dada las limitaciones del mercado editorial, de las bibliotecas y de las posibilidades de los maestros para acceder a los libros, El Monitor de la Educación Común fue considerado un medio fundamental para informar y formar a los maestros. Pero tuvo otras funciones, netamente políticas. Fue un medio para poner en valor las propuestas y acciones de las autoridades del Consejo y defender los intereses del organismo dentro y fuera del país. La revista permitió crear una gran red de intercambio de publicaciones en el exterior y, con ello, procuró que el Consejo, entablara relación con sus pares en el mundo. Por último, la revista funcionó como una palestra que permitió a funcionarios, directores y maestros posicionarse dentro del organismo, dirimir posturas y forjar acuerdos.

En lo sustancial, a lo largo de más de cincuenta años, la revista mantuvo los mismos objetivos e, incluso, características formales bastante similares. Sin embargo, es posible marcar algunos momentos en los cuales la publicación sufrió notorios cambios, ya fuese por la necesidad de hacer frente a transformaciones en el ambiente cultural y educativo como por el impacto de los procesos políticos en el sistema educativo.

Transformaciones de fin de siglo y el nuevo siglo

Desde fines del siglo XIX hasta el centenario la revista del Consejo tuvo un carácter en cierto modo hegemónico en el campo de las revistas dedicadas a la educación. En este período se encuentran colaboraciones de personalidades de primer orden en el escenario cultural y educativo. Incluso, participan pedagogos y educadores de distintas tendencias, como fueron Francisco Berra y Carlos Vergara, en buena medida porque El Monitor era uno de los espacios donde dirimir las líneas de la política educativa oficial, de la cual estas figuras participaban. Al mismo tiempo, la revista del Consejo era valorada positivamente por escritores e intelectuales, como fue el caso de José Ingenieros o Leopoldo Lugones, quienes publicaron en sus páginas.

Esta situación pareció cambiar hacia 1920. Con el auge de los medios masivos de comunicación y la expansión del magisterio, aparecieron nuevas revistas educativas de gran tiraje, como La Obra. El Monitor pasó a competir con otros emprendimientos y dejó de ser el espacio de mayor influencia en los círculos educativos.

La revista continuó su política editorial pero hacia 1915 comenzó a tener dificultades para seguir obteniendo colaboraciones de figuras relevantes, que hasta poco antes eran frecuentes. Esto condujo a decidir aumentar el volumen de las traducciones de artículos de revistas extranjeras y de las colaboraciones de autores provenientes de las letras, la historia y las ciencias y a promover que los propios maestros escribiesen artículos (Educación Común 1913-1914:1916, pp. 588-590 y 1935: 1936, pp. 804-806) Los educadores más representativos de las nuevas corrientes educativas, publicaron mayormente en otras revistas. Sin embargo, El Monitor jugó un papel importante en la renovación pedagógica y didáctica, al poner en circulación, propuestas de la “nueva escuela” en otras latitudes (mediante traducciones y noticias), que aparecían a los ojos del público lector, como parte de la línea editorial del Consejo.

A fines de 1920 y principios de 1930, El Monitor, al igual que el Consejo, fue refractario de la importancia que adquirieron las corrientes nacionalistas y tradicionalistas en la educación. En este período, autores como Ernesto Palacio, Ernesto Quesada y Carlos Ibarguren e incluso, José F. Uriburu, publicaron en sus páginas, mostrando la nueva constelación ideológica que predominó en la política argentina. Junto a este influjo, en 1932 asumío la dirección una Junta Directiva, que, según declaró, estaba formada por personas ubicadas en distintos lugares del espectro ideológico, entre los cuales estaban Enrique Banchs, Enrique de Gandía y María Luisa Alberti. Con la intención de renovar la publicación, se propusieron hacer una revista "ágil", "moderna" y "con alma", dirigida ya no solamente a los maestros sino también a los padres de familia (El Monitor de Educación Común, nro. 715, julio 1932, pp. 3-4).

El peronismo significó una transformación importante del sistema educativo, durante el cual se produjo una ruptura con ciertas tradiciones de la política educativa forjada en las décadas previas. La imagen de Juan D. Perón, ilustrando la primera tapa del número de 1946 es un símbolo claro de estos cambios. En ese momento, el organismo ya estaba intervenido y poco después perderá su autonomía (1947) y será convertido en la Dirección General de Enseñanza Primaria (1949) dependiente del nuevo Ministerio de Educación. En este momento, según la lógica extrema de los reglamentos, dada la supresión del Consejo, El Monitor dejó de publicarse. Pero previamente, en el año 1948, había comenzado a distribuirse un solo ejemplar por escuela y los maestros sólo la recibirían solicitándola en forma expresa. (Educación Común 1948, 1950) En los tres años previos, la publicación había promocionado las medidas peronistas en la educación, reduciendo al mínimo los artículos de corte educativo y pedagógico, y eliminando las secciones destinadas a las novedades bibliográficas, las traducciones de artículos, las noticias del exterior y de las revistas recibidas. En lo fundamental, las páginas pasaron a estar ocupadas por la sección oficial, que después de disuelto el Consejo, pasarán a publicarse bajo el título Boletín de Comunicaciones del Ministerio de Educación. Desde 1955, la política de desperonización primero, y la inestabilidad política, junto al creciente avance del autoritarismo después, marcarán profundamente al campo educativo. En 1959, se reinstaló el Consejo Nacional de Educación y en consecuencia, se comenzó a reeditar su órgano oficial, retomándose instituciones creadas por la ley 1420, en momentos durante los cuales el gobierno de Frondizi había perdido apoyos en el campo educativo a raíz de la aceptación de las universidades privadas. Pero los tiempos no eran los mismos. El Monitor no recobrará la regularidad e importancia que había tenido en el pasado. En estas décadas de fuertes cambios en la política educativa, las corrientes educativas y pedagógicas, y de protagonismo de maestros, docentes y estudiantes, comprometidos con el escenario social y político, la revista estuvo lejos de reflejar el clima de época. Se sucedieron distintas direcciones, líneas editoriales y nuevas interrupciones hasta que finalmente El Monitor dejó de aparecer en forma definitiva en 1976, cuando se instauró la dictadura militar.

Desde su origen, El Monitor jugó un papel de suma relevancia en el sistema educativo y, hasta mediados de 1920, también en el ambiente cultural argentino. En cierto modo, después del primer impulso, la importancia que adquirió la publicación fue desatada por las propias características de la revista. Se trataba de una revista de importante distribución en el país, tenía un público cautivo que, además, no dejó de crecer a lo largo de todo el siglo veinte. En 1916 se distribuían 7200 ejemplares, cuatro años después alcanzaba a 11250 y en 1934 se había más que duplicado, repartiéndose 23.600 ejemplares, (Educación Común 1921: 1923, pp.171-172; 1934: 1936, pp. 532-434). En la Capital hasta 1946 cada maestro recibía un ejemplar, mientras que en el interior se distribuía un ejemplar a cada escuela nacional (Educación Común 1932: 1934, pp. 469- 471). A pesar de esta indudable distribución, debe subrayarse que los maestros no compraban la revista, ya que se entregaba gratuitamente, y que, por tanto, el volumen de ejemplares distribuidos no tiene el mismo significado que para el caso de las revistas comerciales.

Durante los primeros cuarenta años de edición, pareciera que sus páginas contaron con avisos comerciales, ubicados en la tapa de la publicación, y que lamentablemente los encuadernadores han retirado de la colección de la BNM (Educación Común, 1919: 1920, pp. 338-339). Estas publicidades constituyen ricos indicios acerca del perfil social y cultural del magisterio. Las ofertas de muebles sólidos y modernos, las enciclopedias con sus propias bibliotecas y el piano a cuotas, tentaban a las maestras con la posibilidad de ostentar símbolos de distinción burgueses, e ilustran sobre su lugar social y expectativas sociales.

Las publicidades llegaron a cubrir los costos de impresión. Pero, a partir de 1920, la venta de avisos, según los informes, dejó de rendir el esfuerzo que costaba obtenerlos, síntoma de que los avisadores estaban en otra parte. Además, no existió una política de suscripciones, las cuales nunca llegaron a la centena. En cambio, como ya se dijo, la revista le permitió al Consejo tener un importantísimo volumen de intercambio de revistas y publicaciones periódicas. La tarea requería cierta organización administrativa, ya que la revista siempre se publicó en imprentas externas al Consejo, y estuvo a cargo de un reducido personal. De todos modos, El Monitor contó con todos los recursos que caracterizaron a esa organización poderosa y compleja que fue el Consejo Nacional de la Educación.

En suma, El Monitor es una referencia clave no sólo para estudiar las políticas educativas nacionales durante más de un siglo, sino también para la investigación de una amplia gama de temáticas, desde la historia de las ideas y de la cultura hasta la historia de la infancia, la familia y las relaciones de género, por sólo nombrar algunas de tópicos de la agenda historiográfica contemporánea.

Fuentes

Consejo Nacional de Educación. Argentina. Educación Común en la Capital, las provincias y los territorios nacionales [citado en texto Educación Común]. (1983-1946) El Monitor de la Educación Común (1881-1976)

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