Hallazgos

El objetivo de esta sección es dar a conocer piezas de valor histórico que constituyen el fondo patrimonial de la BNM a la vez que una invitación a consultarlas. No sólo se trata de encontrar el texto que ha quedado descansando, a la espera de una nueva consulta. También de regresar al que alguna vez ya fue interpelado a la luz de nuevas lecturas, otras preguntas, renovadas interpretaciones.

Allí donde haya un niño, habrá una escuela

“No pretendo, como en el cuento oriental, cambiar lámparas nuevas por lámparas viejas (…) Tampoco pretendo como los alquimistas de la edad media transmutar el plomo en oro (…) Presento modestamente a los que tiene la obligación de velar por la salud moral y física de nuestros niños, algunos aspectos desconocidos de nuestro problemas educacionales.”

Hoy presentamos “Notas sobre enseñanza” escritas por Próspero Alemandri, publicadas por CABAUT y Cia Editores; Librería del Colegio; en Buenos Aires, 1934.

Próspero Alemandri nació en 1880 en Concepción del Uruguay. Fue egresado de la Escuela Normal Mariano Acosta de la que fue rector. En 1919 fue nombrado Subinspector General de Escuelas de Territorios y Colonias Nacionales. Recorrió todos los rincones de los territorios nacionales donde hubiera una escuela, y allí donde hacía falta gestionó su creación. Como vocal del Consejo Nacional de Educación, auspició y puso en ejecución la Ley de Jardines de Infantes propiciando la construcción de muchos de ellos en barriadas obreras así como escuelas al aire libre para niños débiles.

Creaciones con convicción

“El Consejo Nacional de Educación puede afirmar que en todos los pueblos de provincias y territorios nacionales existe hoy una escuela pública como así mismo en todo lugar donde se halle reunido un grupo que exceda de treinta niños. Quedan sólo pequeños núcleos de 10 a 15 niños diseminadas en el centro de los territorios y aún en las fronteras de nuestro país (…) a los cuales no llega la escuela del Estado.”

El desafío patriótico planteado se puede resumir en “instruir a los niños donde se encuentren y cómo se pueda (…) sembrar escuelas”, conseguir maestros, garantizar la llegada de los supervisores y sobre todo convicción.

“Las instrucciones eran precisas: debía llegar a El Coite y allí entrevistarme con don Federico Fernández, quien había ofrecido el local para la escuela. El local no existía. Don Federico lo había ofrecido, si, pero los vecinos no se habían preocupado (…) En medio de estas preocupaciones me dice don Federico: - Vea, Director, mi casita se compone de un saloncito donde tengo el negocio, un dormitorio y una cocina. Tengo unas chapas de cinc. Si le parece, mañana improvisaré una cocina y le dejo la mía para la escuela”.

Para llegar a El Coite, el Inspector debió embarcar en la Dársena Sur y viajar seis días hasta Comodoro Rivadavia, esperar la salida del tren a Colonia Sarmiento y desde allí contratar una plaza en un camión hasta Paso del Río Mayo, un trayecto que toma dos días. Allí contrató un caballo que luego de otros dos días de marcha lo dejó en Centro Río Mayo, y desde allí aún quedaban 14 leguas para llegar a destino. .

Tarea escolar

“La carencia de pastos y la pobreza en general impiden el mantenimiento de caballos necesarios para emplear como medio de movilidad. He ahí porqué en la mayoría de los casos, los niños deben recorrer a pié la distancia que los separa de la escuela”

La clases comienzan después de las veranadas y los alumnos dejan de concurrir entre fines de octubre y principio de noviembre, cuando empieza el éxodo hacia nuevos parajes en busca de trabajo para los adultos, pero también para los niños, que aún con poca edad participan “de señalada, arreo, cuidado de los ganados y demás tareas rurales para las cuales son diestros y capaces”.

Si la escuela “tiene por único objeto favorecer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y físico de todo niño de 6 a 14 años” tendrá que ocuparse también de cubrir con ropa los cuerpos casi desnudos, dar de comer “el plato de sopa, el locro, el frangollo, la polenta, tarea que no se aprende, no se enseña en la escuela normal, pero que la realizan los maestros que tiene amor a su profesión, que sienten que su profesión es un sacerdocio, y que al cumplirla no se sienten disminuidos ni en su autoridad, ni en su prestigio, ni en su concepto, ni en su dignidad”.

La escuela, allí donde tiene que estar

“La Escuela, entre nosotros, tiene dos grandes problemas que resolver: el del analfabetismo y el de fusionar, dar unidad a esas grandes corrientes de hombres, sangres, lenguas, costumbres, ideas y cultos heterogéneos que, al amparo de nuestra Constitución, se hallan distribuidas por todos los ámbitos del país”

Un millón de hombres analfabetos de entre 6 y 18 años – según datos del censo de 1931 – y posiblemente otro tanto de mujeres obligan a pensar en cómo “curar ese mal” Los fondos son exiguos, por lo tanto la prioridad debe ser “educar a los niños que están más próximos a escapar de la obligación escolar” y no abandonar el anhelo de extender a los obreros la enseñanza secundaria (…) desde que ellos ya dirigen, también, los destinos de la Nación (…) y declarar obligatorio de los patrones o empresas el mantener una escuela en el establecimiento, taller o fábrica para sus obreros o jornaleros analfabetos y para los hijos menores de éstos a quienes comprenda la obligación escolar y que por razón de distancia u torrase hallen imposibilitados de concurrir a la escuela pública”.

Ubicación: Este libro puede consultarse en la Sala Americana –SA 37 –6 –24

 

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