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Pinceladas sonoras: el eco de las voces DE la escuela y EN la escuela

Un maestro, una maestra, una aula, un patio, un pasillo, una biblioteca, una excursión escolar son eslabones fuertes en la larga cadena de transmisiones que a lo largo de la historia generó la escuela. Que alguien cuente, que sobre ellos se cuente es una forma de hacer política de memoria, cuidar que los relatos no se pierdan, que algunos repongan informaciones faltantes, que otros agreguen datos a documentos.

Es reconocer que hubo testigos y protagonistas, espectadores, oyentes, partícipes que guardaron en su memoria algún registro de aquello que sucedió – no lo que sucedió – y lo pueden contar.

Si lo cuentan – construyen una narrativa –  y lo escuchamos y lo guardamos y lo difundimos – conformamos nuevas e idiosincráticas narrativas – estaremos haciendo historias de  la historia. Esa historia del día a día, silenciosa pero profunda que ayuda a entender quienes somos, de dónde venimos y hasta hacia dónde vamos, la rica urdimbre entre pasado presente y futuro.

Las narraciones son formas de estructurar identidad individual, institucional y social. Ponen en tensión relatos sobre acontecimientos y valoraciones sobre los mismos, hacen jugar al tiempo del acontecimiento con el tiempo del relato mediados no sólo por distancias cronológicas, también subjetivas.

Legitiman personas y obras,  establecen memorias compartidas por los integrantes de una comunidad, revisan proyecciones incesantemente reactualizadas para que el vacío del tiempo pueda ser llenado.

Y esto es lo que se propone el proyecto  Narraciones escolares. Testimonios de la primera mitad del siglo XX, recoger, explicar y dar continuidad en el tiempo a debates, aportes, tradiciones, mitos, hallazgos que desde huellas mnémicas se constituyan en marcas materiales.

Desde las personas y sus trayectorias narradas – en este caso en relación con la escuela – es posible construir memorias colectivas, ya que las evocaciones no son constructos individuales sino que comparten marcos de referencia,  ideas resultantes de una cultura de época, “retratan” experiencias compartidas a la vez que permiten que muchos sujetos se sientan “retratados” por la narrativa.

En momentos de acelerados cambios y en los que coexisten diversas temporalidades, variadas formas de relato y múltiples posibilidades de registro, es posible todavía conversar con algunos viejos maestros sobre la escuela del ´30, la escuela del primer peronismo, con muchos no tan viejos revisar los impactos de los últimos golpes de estado y de las dictaduras de los `60 y los `70, así como del retorno a la democracia.

Un espacio privilegiado lo ocuparán desde la mirada de la escuela y sus actores las transformaciones ocurridas en relación a las prácticas, a la infancia, a la profesión docente, a los materiales educativos, a los métodos de enseñanza, a los manuales y libros de lectura, a las políticas educativas, a las organizaciones sociales, a los juegos y juguetes, a las actividades científicas y sociales.

Será un aporte a la construcción de memoria pública que como discurso socializado  instituye marcas y se transforma en garante de la democratización del pasado reciente. 

Ana Diamant

 

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