Luego de veintitrés años como director de la Biblioteca Nacional de Maestros, una tarde salió Leopoldo  Lugones de su despacho más temprano  que lo habitual. Solía Lugones trabajar  hasta entrada la noche y retirarse con un simple y austero “hasta mañana”.  Era el día viernes 17 de febrero de 1938 y su secretario, Sr.  Morás,  recuerda cómo le llamo la atención la hora inusual en la que Lugones se retiraba de la biblioteca, así como la frase que dijo: “Adiós, Morás” en un tono lacónico.

Al día siguiente Morás, y todos los argentinos, se sorprendieron ante la noticia que trascendía a través de los diarios: el  poeta había ido a un recreo- “El tropezón”- en una isla del Tigre,  pasada la media tarde. Se había alojado con un nombre ficticio y lo único que pidió fue que no se lo molestara. Al día siguiente, personal del recreo lo encontró sin vida y lo identificó por una medalla que llevaba su nombre: Lugones se había suicidado.

Su muerte representó un dolor grande para sus familiares y las personas que trabajaban junto a él tanto como una repentina pérdida para las letras argentinas.

Hasta tanto se designara un nuevo Director en la Biblioteca Nacional de Maestros, se nombró interinamente a don Alfonso de Laferrère, hasta el 14 de noviembre, fecha en que se nombró oficialmente como nuevo Director de la BNM, al prestigioso escritor y periodista Nicolás Coronado.

Eugenia Viña
Fuente bibliográfica:
Rivero, Nicolás Augusto; Historia de la Biblioteca Nacional de Maestros: Argentina; Ministerio de Educación y Justicia; 1984

 

 

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