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La BNM tiene una larga y rica historia. Presidentes, directores, bibliotecarios, docentes y usuarios conforman una trama que se fue tejiendo hace más de un siglo, de forma a veces silenciosa  pero siempre producto de un trabajo conjunto ininterrumpido y sólido.
Compartir fragmentos de esa historia- a través de la sección “¿Sabías que…?”- es el objetivo de los relatos que se presentarán a continuación.

El Dr. Alfredo Colmo– ilustre profesor universitario, civilista y jurisconsulto- fue durante su época de estudiante un usuario permanente de la Biblioteca Nacional de Maestros.

Al fallecer en el año 1934 deja por escrito en su testamento su deseo de que tanto su biblioteca particular como el moblaje fuesen donados a la BNM. Fue su mujer, la Sra. Delia Zavalla Moreno de Colmo quién cumplió con lo pedido.

El día 19 de agosto de 1936 se inauguró la “Sala Colmo”, bajo la Dirección de Leopoldo Lugones, quien expresó en esa oportunidad:

No será este, entonces, un salón de gran público sino un gabinete de laborioso recogimiento, aunque ello no ha de excluir en lo mínimo la facilidad del acceso y de la consulta. Lo que esta última valdrá, lo que este legado significa como enriquecimiento bibliográfico para nuestra escasa dotación de cuarenta mil volúmenes, si a tantos llega; lo que lo diferencia y permite calificarlo de magnífico ante el lote habitual de fondos de canasto y sobrantes de mudanza con que de cuando en cuando se intenta contribuir al fomento de la polilla, no pocas veces moral por la tendencia o el contenido, puede inferirse de estas cifras: 10.908 libros, folletos y revistas todos aprovechables; y entre ellos, 4.000 volúmenes de la excelente encuadernación que está a la vista, lo cual nos permite entregarlos acto continuo a la lectura; siendo de advertir todavía que la colección de 1224 folletos contiene algunos tan importantes como escasos.”

Finalmente concluyó:

De aquí a mucho tiempo, cuando tanto monumento actual no sea ya más que un vano simulacro, el nombre de esta sala continuará sobreviviéndose en la gratitud estudiosa de cada asistente, por la sencilla razón de que seguirá prestando un servicio público. Así ganan la perpetuidad de su mérito, que es el mejor como se ve, los útiles y los buenos”

Eugenia Viña

Fuente bibliográfica:

Rivero, Nicolás Augusto; Historia de la Biblioteca Nacional de Maestros: Argentina; Ministerio de Educación y Justicia; 1984
     
   
 
 

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