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Historia de la catalogación y los procesos técnicos V

A comienzos del siglo XVII se incrementó el número de bibliotecas en los monasterios de Europa. Si bien ya se habían originado y desarrollado durante toda la Edad Media, es durante los siglos XVI y XVII que se abren al mundo. Una de las características a destacar en este tipo de bibliotecas es la labor anónima y silenciosa mantenida a través de siglos por los religiosos que dedicaban su vida y esfuerzos a reunir, resguardar, reproducir y organizar las colecciones de estas bibliotecas.

En este caso tomaremos como representativa de estas bibliotecas, la del Monasterio de Nuestra Señora de La Salceda ubicada cerca de la Villa Pastrana, España, y a quien fuera su mecenas durante el siglo XVII, Fray Pedro González de Mendoza (1570-1639), personalidad destacada dentro del mundo cultural del Siglo de Oro Español.

Pedro González de Mendoza nace en Madrid, hijo de los príncipes de Éboli y nieto de los de Mélito, dado su origen noble su infancia transcurre en la corte al servicio del futuro Rey Felipe III. Estudia letras en el Colegio de San Pedro y San Pablo de Alcalá de Henares, lo que le otorga una sólida formación intelectual.

Se dedica desde muy joven a la carrera eclesiástica en el Monasterio de Nuestra Señora de La Salceda, y es justamente por esta relación con la institución que se convierte posteriormente en su protector. Además de renovar su arquitectura y estética en general, su contribución fundamental en cuanto a lo que nos interesa y vinculado directamente con la bibliotecología es la descripción pormenorizada de su organización, en la cual menciona que estaba clasificada bajo los siguientes temas: Biblia y Escrituras, Patrística, Teología escolástica, Filosofía, Derecho canónico, Astrología, Medicina, Historia eclesiástica, Oratoria sagrada, Poesía, Música, Humanidades y Grabados de animales y plantas.

Por otro lado menciona también que la clasificación no sólo era solamente temática, sino también topográfica, presentándose esta como una de las primeras descripciones detalladas que hay de clasificación topográfica ya que los catálogos de cada materia además de estar impresos en forma de libros, ocupaban y estaban contenidos en una especie de tablas o murales, subdivididos por cada una de las materias, y para identificar cada subdivisión se rotulaba con pinturas, poesías o la frase de algún autor destacado de la disciplina; orientando la atención del lector hacia el tema de su búsqueda o interés.

Bibliografía consultada

  • Garrido Arilla, María Rosa. Teoría e historia de la catalogación de documentos. Madrid: Síntesis, 1996
  • Malclès, Louise Nöelle. La bibliografía. Buenos Aires : Eudeba, 1960
  • Millares Carlo, Agustín. Introducción a la historia del libro y las bibliotecas. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1971

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