Introducción
 
 
 
 
 
 


 
 
Libros y bibliotecas
 
Las bibliotecas sin lectores sólo son depósitos de libros. Se transforman en centros de lecturas, cuando están dadas las condiciones para que texto y lector se encuentren. Ya se dijo que un libro es un objeto entre los tantos objetos con los que la humanidad rodeó y justificó su existencia. Los libros son cosas en un estante, a la espera siempre de desplegar su función: activar ideas y provocar reflexiones en un lector.
 
Por ello, "cuidar" y atender al lector es necesario, tanto o más que a los 'objetos libros’. Cuidar implica atención, servicio, promoción. Conocer al lector compromete entonces a escuchar sus demandas, ofrecer posibles lecturas, salir a buscar otros lectores... ese es el desafío de las bibliotecas escolares.
 
Leer en la escuela y en la biblioteca no se agota encarando la elemental, imprescindible y básica enseñanza de la lectoescritura. Enseñar a leer requiere de la formación de lectores autónomos, desde el Jardín de Infantes hasta la adultez.
 
Leer es, en primera instancia, interpretar signos, pero hacer uso de la lectura, o sea: transformarse en lector/a, implica cambios conductuales que llevan al sujeto a recurrir a la lectura con voluntad y deseo de saciar demanda de información, proveniente ésta de la realidad cotidiana o de la ficción.
 
Leer en la escuela requiere de bibliotecas puestas y dispuestas a conocer y convocar a sus potenciales lectores. Por ello se hace necesario saber de qué público estamos hablando.