Una nueva edición de la Noche de los Museos se dio en la Ciudad de Buenos Aires, como epicentro de su origen, pero felizmente irradiada a muchas capitales provinciales y a ciudades del conurbano y del interior del país.

 

La posibilidad de buscar los tesoros familiares en cada institución que se propone abrir sus puertas a la comunidad, engalanarlos en su exhibición con instalaciones tradicionales o multimediales, genera una actitud emocional de alta energía que une a los visitantes pasivos o interactivos en una marea de percepción humana; la “lectura” y el conocimiento generado supera barreras, grietas o prejuicios.

 

En las instituciones, se arman equipos ad hoc, se eleva el espíritu colectivo y cívico, ya que las ideas y bocetos que dan semilla a cada proyecto, tan pequeño como el museo de una escuela o complejo como una institución de gran escala, saben que van a recibir a un colectivo formado por la diversidad más rica que se haya reunido en edad, género, nivel sociocultural y económico e ideología. En fin, una muestra polidinámica de los residentes cercanos y lejanos que quieren deambular con cochecitos, bastones, rollers, y cómodo calzado por varios kilómetros de degustación intelectual, a veces acompañada por sabores verdaderos.

 

El lenguaje portado por las distintas curaciones de las muestras, y los sentidos avivados por las experiencias multimediales, se convierten en pasaportes patrimoniales de cada visitante. Es innumerable mencionar las diferentes vivencias que los transportarán al pasado, tanto historiográfico como personal, así como las ventanas de oportunidad que se abrirán hacia nuevos trayectos vitales inspirados en la fuerza de una imagen, un texto, una melodía, una danza de coreografía o de pixeles y bytes.

 

Es una gran experiencia observar este momento de fusión colectiva que supera otras movidas culturales que son más estratificadas y previstas por tickets o inscripciones anticipadas. Es la sorpresa de quienes vendrán, como se mirarán, con quien cambiarán ideas, con quienes las compartirán en el momento y cómo las recordarán después, qué emociones contagiosas trasladarán a su vuelta a la familia o a lo local. Es la experiencia de un ser colectivo que puede verse a sí mismo y construir espacios e ideas desde otras perspectivas más armónicas y transformadoras.

Lic.Graciela Perrone