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Entre 1845 y 1847, Domingo Faustino Sarmiento viajó por Europa y Norteamérica con el auspicio del gobierno de Chile. Sus objetivos eran recabar información acerca del sistema de enseñanza de los diferentes países, establecer vínculos con educadores e instituciones del exterior y generar un conocimiento que le permitiera construir una escuela pública gratuita y laica en estas latitudes.

Apenas por curiosidad, tras obtener una carta de salvoconducto de un funcionario francés, cruzó en barco primero a Gibraltar y luego a la Argelia ocupada por el ejército francés. Desde ese lugar, que le parecía a la vez exótico y familiar, relató algunos de los hechos más interesantes que le ocurrieron en el viaje.

En Viajes por Europa, África y América, editado en Buenos Aires por Luz del Día en 1949, se encuentra la carta que le envió a su amigo Juan Thompson el 2 de enero de 1847:

“No sé qué sentimiento mezclado de pavor i admiracion me causa la vista de este pueblo árabe, sobre cuyo cerebro granítico no han podido hacer mella cuarenta siglos; el mismo hoi que cuando Jacob separaba sus tiendas i sus rebaños para ir a formar una nacion aparte; pueblo anterior a los tiempos históricos, i que no obstante los grandes acontecimientos en que se ha mezclado, las naciones poderosas que ha destruido, las civilizaciones que ha acarreado de un lugar a otro, conserva hoi el vestido talar de los patriarcas, la organizacion primitiva de la tribu, la vida nómade de la tienda, i el espíritu eminentemente relijioso que ha debido caracterizar las primeras sociedades humanas.

(…)

Tate! me dije para mí, yo conozco todo esto, i las tiendas patriarcales de los descendientes de Abrahan, no estan mas avanzadas que los toldos de nuestros salvajes de las Pampas. Igual i aun mayor desaseo, humedad i escasez de todas las comodidades de la vida: las tiendas de tela grosera de lana parduzca sostenidas sobre palillos nudosos i endebles; los perros saltando por entre los hombres; una hilera de corderillos recien nacidos, enlazados a una cuerda para retenerlos dentro de la tienda-sala-de-recepcion; una turba de muchachos sucios i cubiertos de harapos, alargando desde la puerta los tostados cuellos para ver al Rumi (cristiano). Dios mio! Dios mio! cuántas ilusiones disipadas de un golpe, cuánta poesía, cuántos recuerdos históricos, i sobre todo cuántas descripciones de escritos echadas a perder por la realidad mas prosáica i miserable que se palpó jamas!”.

El viaje de Sarmiento por África, tal cual lo expone en sus cartas y en sus publicaciones, fue más intelectual y literario que real. No encontraremos en sus reportes una descripción útil para entender ni la historia africana ni la sociedad “oriental”. Pero sí se trata de una exposición brillante de sus propias ideas. Su mirada está teñida de lo que llamamos “orientalismo”, la percepción ficticia de un Oriente milenario y estático, poblado por salvajes movidos por pulsiones primitivas más que por la razón. En esto, pensaba Sarmiento, se parecían a los indios y gauchos que poblaban el “desierto” argentino.

Las y los invitamos a visitar la Sala Americana, donde podrán encontrar varias ediciones de las Obras completas de Sarmiento, incluyendo las primeras aparecidas en Chile en 1886, y la edición original de sus Viajes de 1849.