Saltar al contenido principal

Libros dedicados a Alejandra Pizarnik. “Diario de la guerra del cerdo” de Adolfo Bioy Casares

Inauguramos la sección Libros dedicados a Alejandra Pizarnik, con la dedicatoria que Adolfo Bioy Casares le dejó a la poeta en su cuarta novela, Diario de la guerra del cerdo, editada en 1969 por Emecé Editores.

“Para Alejandra, con la admiración y el cariño de Adolfo. Buenos Aires, 1969”.

Libro dedicado
Diario de la guerra del cerdo narra una lucha despiadada entre generaciones a través de una trama contada en tono realista pero que pasa del género costumbrista, representado por el café de la esquina y sus visitantes, al género fantástico, expresado a través de lugares, conductas y personas cada vez más irreales a medida que el relato avanza. En la novela, el jubilado Isidro Vidal se reúne con sus amigos en el club de barrio a jugar a las cartas, cotidianidad que es interrumpida por ataques de jóvenes que no solo los persiguen sino que los amenazan y los asesinan; una guerra que se libra contra grupos rivales pero también contra un enemigo común: el inexorable paso del tiempo. Según algunas interpretaciones, el argumento está relacionado con el temor de Bioy Casares a la vejez, que en ese entonces tenía 55 años. En 1975 Leopoldo Torre Nilsson adaptó el texto para cine con nombre homónimo.

Alejandra y Adolfo
A mediados de la década de 1960, después de vivir unos años en París, Alejandra Pizarnik volvió a Buenos Aires. Se insertó en el mundo de los nuevos grupos de intelectuales y se hizo amiga de las figuras más prestigiosas de la época. Fue una etapa fecunda en su producción literaria y prolífica en cuanto a la correspondencia que mantuvo con varios de las y los autores de entonces.

Escribió artículos y realizó traducciones en la revista literaria de Victoria Ocampo. Pizarnik no compartía con ella la misma situación socioeconómica y, sin embargo, se sintió atraída por este grupo Sur, algo -según consignó Cristina Piña en Alejandra Pizarnik, una biografía– “… perfectamente coherente con el ideal estético aristocrático detrás de la poesía de Alejandra”; una estirpe que Pizarnik “… también insidiosamente atacaba, pues irritaba a Victoria Ocampo asistiendo a sus famosos tés con sus vestimentas desprolijas y sus modales, los que, a partir de la adopción del papel de ‘niña hechizada’, la liberaban de los intercambios canónicos de esa alta burguesía que la atraía por el gusto y la rechazaba por sus convencionalismos”. A través de la revista Sur la poeta conoció a Silvina Ocampo y a su marido, Adolfo Bioy Casares.

Bioy venía relacionándose con familias aristocráticas desde hacía tiempo. En Villa Ocampo -la casa de Victoria en San Isidro-, conoció a Jorge Luis Borges; también a Silvina Ocampo, con quien se casó en 1940. Los tres se asociaron en distintos proyectos literarios, como Antología de la literatura fantástica y Antología poética argentina. Con Borges, Adolfo formó una amistad de por vida y una de las duplas más célebres de la literatura: fundaron la editorial y revista Destiempo, colaboraron en diversas recopilaciones y prólogos, encararon varios volúmenes de novelas policiales y escribieron dos guiones que fueron llevados al cine: Invasión y Los orilleros. Con Silvina, escribió Los que aman, odian.

Alejandra Pizarnik y Adolfo Bioy Casares venían de mundos y edades diferentes: Alejandra descendía de una familia de inmigrantes de clase media, aunque -aclaró Cristina Piña- “con antecesores nobles, rusos y joyeros”; Bioy le llevaba más de veinte años y pertenecía a la alcurnia argentina. Sin embargo, ninguno parecía dar trascendencia a consideraciones políticas ni sociales que podrían haber tensado la relación.

Ivonne Bordelois -en su momento amiga de Alejandra- cuenta en Correspondencia Pizarnik: “Clásico, con un agudo sentido de lo excéntrico, aristocrático con una peculiar inclinación por la sencillez, merecedor del Premio Cervantes entre otros muchos, Adolfo Bioy Casares, que escribió memorablemente La invención de Morel y El sueño de los héroes, a lo largo de muchas otras narraciones -además de varios libros en coautoría con Jorge Luis Borges- no podía dejar de intrigar y fascinar a Alejandra, que muchas veces me habló de él y de Silvina con una admiración en la que el respeto se mezclaba con fantasías misteriosas. De él se cuenta que visitándola en el Pirovano, cuando Alejandra estaba internada en la guardia psiquiátrica, se le preguntó si quería comer algo, y él se señaló simplemente como un paciente más, a quien correspondía la misma comida que a los otros pacientes. De esta inefable mezcla de ternura y humor parece haber estado trenzada la singular relación Pizarnik-Bioy Casares”.

Las y los invitamos a acercarse a la BNM para conocer, leer y disfrutar de la obra de y sobre Adolfo Bioy Casares y de la obra de y sobre Alejandra Pizarnik.