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En la sección Libros dedicados a Lugones destacamos la dedicatoria que Horacio Quiroga le hizo al escritor en su única obra de teatro, Las sacrificadas : cuento escénico en 4 actos, editada en 1920 por Cooperativa Editorial Buenos Aires.

«A Leopoldo Lugones, del viejo amigo, Horacio Quiroga»

Caracterizado como el mejor escritor uruguayo de la literatura argentina, Edgar Allan Poe y Leopoldo Lugones marcaron a fuego su escritura. Su obra recibió la influencia también de Rudyard Kipling y Joseph Conrad.

En los cuentos de Horacio Quiroga reina una atmósfera de alucinación, crimen y locura en el contexto de la naturaleza salvaje de la selva. A través de sus textos, el autor ha legado algunas de las piezas más terribles, brillantes y trascendentales de la literatura hispanoamericana del siglo XX.

Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació el 31 de diciembre de 1878 en Salto, Uruguay. Su madre era de la Banda Oriental, y su padre, un argentino descendiente del caudillo riojano Facundo Quiroga.

En 1898 Horacio conoció a María Esther Jurkovski, quien inspiró dos de sus libros más importantes: Una estación de amor y la obra que hoy nos convoca, la única teatral, Las Sacrificadas.

En 1900 la herencia paterna le permitió viajar a París vestido de frac en primera clase. Después de cuatro meses de su estancia en la capital de Francia, donde también conoció al poeta Rubén Darío, volvió en tercera clase, hambriento y con su característica barba negra. Dio a conocer sus vivencias en su Diario de viaje a París (1900).

A principios del siglo XX se instaló en Buenos Aires para comenzar su carrera literaria. Escribía poesía en el marco de los estilos en boga en esos momentos: el simbolismo y el modernismo.

Pero además de la escritura, a Quiroga le encantaba la química, el ciclismo, la mecánica, la construcción y la fotografía. En 1903 fue el fotógrafo de una expedición por Misiones que tenía como objetivo investigar unas ruinas de las misiones jesuíticas. La travesía estaba encabezada por Leopoldo Lugones y había sido financiada por el Ministerio de Educación.

Esta experiencia marcó para siempre la vida de Horacio Quiroga. En ese viaje fluvial inició una amistad con Leopoldo Lugones que duró toda su vida. De hecho, su primer libro, Los arrecifes de coral (1901) -de poemas, cuentos y prosas líricas de estilo modernista-, se lo dedicó a Lugones.

En 1903 Horacio fue nombrado profesor de castellano en el Colegio Británico de Buenos Aires. Fuertemente influido por Edgar Allan Poe, fue virando poco a poco a la narración breve, convirtiéndose pronto en un maestro del relato corto. En 1904 publicó El crimen del otro; en 1905, la novela breve Los perseguidos -inspirada en aquel viaje junto a Lugones-; y, en 1908, otra más extensa: Historia de un amor turbio.

Era profesor de literatura en el Normal 8 cuando se enamoró de Ana María Cires, una de sus alumnas. A pesar de la oposición de los padres de ella, se casaron el 30 de diciembre de 1909. En marzo del año siguiente, Quiroga pidió licencia en el colegio. Se instaló con su mujer en Misiones, en medio de la selva, en una chacra que había comprado a orillas del Alto Paraná. Se dedicó a cultivar yerba mate y naranjas y fue nombrado juez de paz en el Registro Civil de San Ignacio.

En 1911 nació su primera hija, Eglé y, al año siguiente, Darío. Se ocupó personalmente de la educación de ambos: les enseñó a ser autónomos dentro del ámbito selvático en el que vivían. Pero, hundido económicamente, tuvo que retornar a Buenos Aires con sus hijos a vivir en un sótano. Consiguió luego un puesto en el consulado uruguayo en Buenos Aires y pronto consiguió a viviendas más confortables para la familia.

A mediados de la década de 1910, deslumbrado con el cine, intentó armar con el narrador Manuel Gálvez una empresa cinematográfica. Escribió dos guiones, La jangada florida y La gallina degollada (basado en un cuento homónimo), pero ambos quedaron apenas como borradores.

En 1917 publicó su obra considerada más famosa: Cuentos de amor, de locura y de muerte; en 1918 llegó Cuentos de la selva y, en 1920, El salvaje. En 1921 se estrenó en tablas Las sacrificadas. Ese mismo año publicó Anaconda; en 1924, El Desierto y, en 1927, el Decálogo del perfecto cuentista, en el que reunió consejos y orientaciones a los jóvenes escritores que quisieran incursionar en el género del cuento.

Entre 1919 y 1922 mantuvo una estrecha relación con la poeta Alfonsina Storni, pero ella no quiso seguirlo a Misiones como él le había propuesto. Se enamoró más tarde de Ana María Palacio, de 17 años, pero los padres de ella se opusieron a la relación y la alejaron de él.

Cada vez más tiempo pasaba Quiroga en su casa de Misiones, donde construyó sus propios muebles con la ayuda de un lugareño, Jacinto Escalera. También hizo una embarcación para recorrer el río; un aparato para la extracción de caucho; un mecanismo para matar hormigas y un método para la destilación de naranjas.

En 1927 se enamoró de María Elena Bravo, compañera de su hija Eglé, con quien tuvo una hija, Pitoca, en 1928. En 1929 escribió Pasado amor y, en 1935, su último libro, Más allá.

Cerca de los 60 años viajó a Buenos Aires porque creía tener una infección urinaria, pero era un cáncer de próstata no operable. Después de conocer el diagnóstico, pidió dar un paseo. Nadie supo que había comprado polvo de cianuro. Lo ingirió esa misma noche y murió al día siguiente, el 19 de febrero de 1937.

El bagaje doloroso que vivió Horacio Quiroga durante su vida se espejó en su obra: no solo tocó fondo económicamente muchas veces, sino que experimentó demasiadas desgracias, tanto intrafamiliares como entre sus amistades.

Su infancia quedó marcada por la trágica muerte de su padre, quien se disparó accidentalmente con su escopeta mientras bajaba de una embarcación, en presencia de su mujer y del propio Horacio. Al poco tiempo, su madre se casó con Ascencio Barcos, quien cinco años más tarde tuvo un derrame cerebral que le impedía hablar. Terminó suicidándose con una pistola, justo cuando Quiroga entraba en la habitación de él.

En 1901 murieron sus hermanos Prudencio y Pastora en Chaco, de fiebre tifoidea. Poco después Horacio mató sin querer a su amigo Federico Ferrando mientras lo ayudaba a limpiar su arma. Fue detenido pero finalmente dejado en libertad, tras comprobarse que había sido un homicidio accidental. En 1915 su esposa Ana María Cires, de apenas 25 años, se quitó la vida al ingerir uno de los líquidos que su marido usaba para el revelado fotográfico.

Por si fuera poco, en 1938, un año después del suicidio de Horacio, también lo hizo su hija, Eglé Quiroga; en 1951, su hijo Darío y, en 1988, Pitoca, la hija del segundo matrimonio del escritor. En 1938 también se quitaron la vida sus amigos Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni.

Si bien no es el propósito de este artículo adentrarse en la vida de Leopoldo Lugones, sí podemos decir que este tuvo una vida no menos difícil que la de su amigo Horacio, quizás y sobre todo por la alta tensión con su hijo Polo, un personaje siniestro para la historia argentina.

Lugones se había enamorado de una mujer 34 años menor, frente a lo cual su hijo lo amenazó: o la dejaba o lo encerraba a él en un hospicio y a ella en una celda.

El escritor Jorge Luis Borges consideró años después que Leopoldo se había quitado la vida por amor, que esa había sido la salida que había encontrado para salvar a su amada. Otros literatos consideran que Quiroga y Lugones hicieron un pacto que establecía que después que uno muriera, el otro debería hacerlo un año después. La cuestión es que el 18 de febrero de 1938, exactamente un año después de que Horacio Quiroga se tomara un vaso de cianuro, encontraron muerto a Lugones en su habitación, que se había quitado la vida a través del mismo método que Quiroga.

Es para destacar, sin embargo, que juntos fundaron la Sociedad Argentina de Escritores en 1928, una institución que posibilitó la formación de cientos de escritoras y escritores argentinos, además de organizar congresos literarios, presentaciones de libros, talleres y miles de conferencias en favor de la literatura argentina y universal.

Las y los invitamos a leer Las sacrificadas y acercarse a la BNM para conocer, leer y disfrutar de la obra de y sobre Horacio Quiroga.